Me desperté,
todo estaba oscuro, no sabía donde estaba. No había
nadie a mi lado, ni a mi alrededor, todo vacío. Tampoco se oía
nada ni a nadie. Me intenté poner de pie, pero no podía,
las piernas me pesaban mucho, miré y vi el
problema. Tenía
una especie de hierro alrededor de las dos. Pensé un buen rato por qué
llevaba eso puesto, no hallé la solución.
Tampoco diferenciaba muy bien el artefacto de hierro, tenía
la vista borrosa y me dolía la cabeza como si me hubiera dado un
golpe recientemente. Tenía mucho miedo, y quería
salir de allí, pero cómo? Estaba inmóvil
y sola, posiblemente en medio de ningún lugar, donde nadie
me pudiese encontrar. Pero de repente oí un ruido, por un momento pensé
que venían
a sacarme de aquel lugar. Primero el de unos pasos y luego unas llaves, por último
una puerta, que parecía estar detrás
de mí,
se abrió.
Empecé
a mirar a todos los lados, pero la persona o las personas debían
seguir en la puerta y no me podía girar hacia ese punto. Tenía
mil preguntas que hacer, ¿qué sería
este lugar?, ¿por qué estaba aquí?...
pero sin darme tiempo ni a abrir la boca la puerta se cerró
de un portazo. Me asusté aún más,
no me ayudaban porque no me habían visto o porque eran ellos los que me
querían
retener? Me entró un escalofrío,
pero intenté relajarme para pensar con más
claridad la forma de escapar. Lo primero era librarme de lo que me impedía
moverme. Parecía muy sólido como para
romperlo, y a la vez era pesado como para moverlo. Volví
a mirar hacia los lados en busca de alguna herramienta, pero la sala estaba
completamente vacía.
¿¡Qué
más
podía
hacer!? La angustia me empezó a invadir. Me intenté
incorporar, tras un largo esfuerzo lo conseguí. Me giré
todo lo que pude hacia la puerta y una horrible sensación
recorrió
mi cuerpo, quise gritar, pero la voz no me salía. El miedo y la
incertidumbre me corroían. Aquella cosa espeluznante e
indescriptible estaba quieta y tan sólo a unos metros de
mí.
Quería
gritar y correr, pero era imposible. El miedo me atenazó.
De repente la figura se levantó. Venía hacia mí,
lentamente, cada vez estaba más cerca, y cuando empezaba a distinguir
lo que era, la puerta se abrió y entraron tres personas que se lo
llevaron a rastras. ¿Por qué se lo habrían
llevado y, por qué a mí no me cogieron, ni
me miraron?. Estaba sola otra vez, en esa oscura habitación,
a solas con mis pensamientos, intentando recordar... Me quedé
dormida, aunque tan sólo por unos minutos, yo quería
seguir durmiendo, pero no podía, no estaba cansada. Después
de un largo rato se volvió a abrir la puerta con muchos pasos a
continuación. Entraron seis personas, cuatro de
ellas me rodearon, las otras dos llevaban a la misma figura de antes, pude
distinguirlo, era un joven, pero ahora tenía muchos arañazos
y golpes, estaba desmayado. Los que me rodeaban, abrieron el artefacto de
metal, pude sacar mis piernas. Me levanté rápidamente
al ver que los hombres que llevaban al muchacho lo dejaron en la camilla sin
decirme nada. No me miraron, ni me hicieron un solo gesto, ¿qué
estaba pasando? me preguntaba. Ellos sabían que yo estaba allí,
les pregunté que era aquel extraño
lugar, pero no obtuve respuesta. ¿Por qué
me evitaban?. ¿Tendrían órdenes
de ello?. Quería saber cuánto
tiempo llevaba allí, pero sabía
que preguntar sería en vano. ¿Qué
podía
hacer para llamar su atención y conseguir respuesta a mis
cuestiones? Antes de que pudiera hacer nada, se estaban yendo, a punto de abrir
la puerta, uno de ellos se giró, diciendo que había
oído
un ruido. Había sido yo, había
tirado una piedra que encontré en una esquina, ¿cómo
no podía
darse cuenta de que había sido yo? El mismo hombre que oyó
el ruido se acercó un poco más
a donde me encontraba en aquel momento. Miró alrededor y se dio
la vuelta otra vez. Mientras que él andaba hacia la
puerta, se me ocurrió una idea que quizá
diera resultado, me pondría detrás de la puerta y
antes de que se cerrase del todo podría poner la piedra,
evitando que se cerrara. Así a continuación,
podría
salir y, a escondidas, descubrir dónde me hallaba. Eso
hice y afortunadamente salió como esperaba. Salí
fuera de la habitación. La visión
era espeluznante, me encontraba en un largo pasillo del que no se veía
su fin. Paredes blancas e infinitas, puertas negras a ambos lados. No tenía
mucha luz y se formaban sombras. Empecé a moverme y andar
hacia delante, sin tener claro a donde me dirigía. No sabía
qué
hacer, podía abrir una puerta o continuar andando
hasta llegar al final, pero y si no había final, o estaba
yendo en una dirección errónea. Tampoco sabía
lo grande que podía ser aquello. Me puse muy nerviosa,
los nervios y la indecisión me bloqueaban. Me quedé
allí
quieta, sin atreverme a nada. Me tiré al suelo y quise
llorar, pero no pude. Sentía un gran vacío
en mi cuerpo. En ese mismo instante vislumbré dos figuras a lo
lejos. Tuve un momento de indecisión, no sabía
si quedarme allí o esconderme tras alguna puerta, opté
por la segunda opción al recordar lo que le habían
hecho al muchacho, había regresado con esos golpes... No sabía
si había
sido esa gente la que le había causados esos daños,
pero prefería no arriesgarme. Así
qué
me apresuré a entrar en una de las puertas
cercanas a mí. Al entrar me quedé
mirando el pomo de la puerta. Y despacio me giré a ver el interior.
Había
otro guardia, pero por suerte estaba dormido. Tenía que salir de allí
antes de que despertara. Abrí la puerta con cuidado para no hacer
ruido, pero para mi desgracia, estaba un poco oxidada y empezó
a crujir. Por detrás de mí, el hombre se movió,
me volví
asustada, y suspire de alivio, no se había despertado. Luego
miré
por la ranura, los guardias habían pasado de largo, no estaban muy
lejos de donde me encontraba, pero tenía que ir a otra
sala. Así
qué
salí
con cuidado, cerré la puerta y camine en dirección
opuesta a las personas. Poco a poco desaparecieron de mi vista. Cuando les dejé
de ver, oí como alguien gritaba por donde estaban
ellos. Al poco rato, vi a alguien corriendo en mi dirección
y sin pensarlo me metí en la puerta más
cercana. Cerré despacio otra vez y me giré,
había
dado con una habitación pobremente decorada. Había
un escritorio, con una silla y montones de papeles. Todo parecía
normal, hasta que me giré. La pared de detrás
tenía
unas fotografías, de personas diferentes, pequeños
y mayores. Había gente que parecía
ser de mi edad, dieciséis años. Estaban separadas
en dos partes, una de ellas, la de la izquierda, tenía
más
imágenes
que la de la derecha. Empecé a ver las primeras fotos, no tenía
nada mejor que hacer en aquel momento. Las fotos de la izquierda tenían
un pie de foto, con dos fechas, pensé qué
podrían
significar, y creo que lamentablemente lo adiviné. Conté
unas once personas. Luego miré el otro lado con las otras fotos,
arriba ponía "próximo
objetivo". Me asusté, y aparté la vista, ¿y
si yo estaba allí? ¿Sería
yo el "próximo objetivo"? No lo quería
ni pensar, solo de ver lo que le hicieron al joven que estaba conmigo en la
sala, ¿y
si me querían hacer lo mismo? Pero luego pensé
que sería
mejor ver allí mi foto, así
podría
saber con seguridad si lo que pensaba era verdad. Por suerte me había
escapado, pero no tardarían mucho en darse cuenta de mi ausencia
y me empezarían a buscar, así
que me decidí y me giré de nuevo para ver si
mi foto estaba en la pared, tendría que afrontarlo y
hacer un plan para poder irme. Empecé por la última
foto para ir hasta la primera. Era una niña, era muy pequeña,
rubia y en la foto llevaba dos coletas, tendría unos cinco años.
Le di la vuelta a la foto para ver si ponía algo de por qué
estaba allí, en esa pared. Había
una ficha con nombre y apellidos y luego ponía "acusación:"
y un texto que no entendía y que será
incapaz de leer. De pronto se me vino una idea a la cabeza, ese sitio podría
ser una especie de lugar donde cogían a gente a la que
condenaban a morir por haber hecho algo inadecuado, pero condenar a una niña
de esa edad era inimaginable, ni a ella ni a nadie. Un escalofrío
me recorrió todo el cuerpo, no me acordaba de nada
de lo que había hecho antes de despertarme en aquella
sala, ¿me
habrían
borrado la memoria? Eso no era exactamente lo que más
me importaba en aquel momento, así que seguí
viendo las fotos. Luego había un señor mayor, seguido
por un chico de unos veinte años, luego una mujer... Llegué a la primera foto,
y no era yo, no estaba en todo ese bloque. Entonces, ¿qué
hacía
yo allí?
No lo sabía y no se me ocurría
nada. Así
qué
como no sabía que hacer miré
el otro bloque, esta vez empezando por la primera. Seguí
por la segunda, luego la tercera... Y al llegar a la última
me dio un vuelco al corazón. Allí delante de mí
estaba mi foto y con dos fechas debajo...